Por Lcda. Yanira Soundy
Enviada especial
Es hora de que entendamos a la discapacidad no como un obstáculo para el desarrollo. Debemos pensar en un modelo de desarrollo inclusivo, es decir pasar del modelo medico al modelo social.
Cuando existen barreras en el medio ambiente y medio social, se manifiestan: la discriminación, el aislamiento social, las barreras estructurales o de aptitud. Esto implica que en “el desarrollo” existen deudas con la democracia: la pobreza, la convivencia y diversidad y el medio ambiente. Dentro de estas deudas también está la deuda con la discapacidad.
Existen varias teorías sobre esta última deuda: el acceso a los ingresos y riquezas, el acceso a la libertad y bienes primarios y el utilitarismo que es la felicidad o placer individual. Las desventajas son claras, ambas dependerán del nivel de capacitación individual y oportunidades que brinden las políticas públicas para tener acceso a los ingresos y riquezas, del nivel de vida, valores humanos y organización social. Recordemos las capacidades reales de nuestra población y el considerar que en estos modelos de desarrollo, no se incluyen a las personas con discapacidad –al menos no como seres productivos-. Por eso, se desprende el clamor de que deben mejorarse sustancialmente las condiciones sociales y materiales de los pueblos en el marco de los valores culturales, con el debido respeto a la Convención de derechos de las Personas con Discapacidad, donde se reconocen sus derechos económicos, sociales, culturales y políticos para su desarrollo.
Para que exista un modelo de desarrollo inclusivo, este debe tener en cuenta los aspectos referidos en la Convención: una igualdad social, una distribución equitativa y ser sustentable, no agresivo y con naturaleza integral.
El desarrollo inclusivo debe estar en la política pública y por ende en la agenda de gobierno. Las personas con discapacidad son productivas si se les capacita, esto implica que si se invierte en su educación e integración, luego se obtiene un recurso humano productivo y no un carga para el gobierno o sus familias.
Si se continua viendo a las personas con discapacidad con “ojos de lástima” y no se les permite “aprender a pescar”, seguirán en un mundo de subdesarrollo que implica desnutrición, pobreza y muerte.
En el mundo se estima según datos proporcionados por organizaciones suecas, un estimado de 650 millones de personas con discapacidad, de este número el 80% pertenece a América y la mayoría vive en extrema pobreza. Y según datos de la UNESCO de ellos 100 millones viven con discapacidad debido a la desnutrición.
Del total de personas con discapacidad que vive en América el 80%-90% están desempleadas. Ignorar esta situación es un obstáculo para el desarrollo.
De los 115 millones de menores que no van a la escuela primaria en países en desarrollo, 40 millones tienen discapacidad. Por todo lo anterior, debo señalar que existe una responsabilidad social y de gobiernos de incorporar a las personas con discapacidad en sus agendas para el desarrollo.
Con el desarrollo inclusivo, se consideran todos los sectores: potencia la capacidad de las personas, se diseñan políticas públicas que busquen el desarrollo de todas las personas, se valora la contribución de cada persona en el proceso de desarrollo, no es discriminatorio, si es igualitario y combate la pobreza. El desarrollo inclusivo reconoce la diversidad y promueve políticas publicas inclusivas, evita la exclusión social.
Muchos se preguntaran: ¿Cómo pueden las personas con discapacidad lograr esto?. Simple, hay que pasar de la caridad a los hechos, tener verdaderamente ejes transversales sobre el tema de los derechos de las personas con discapacidad en todas las áreas, formular un análisis consultivo sobre el desarrollo inclusivo, implementar asesorías, sensibilizar y apoyar la ejecución de proyectos, con una participación paciente, comprometida y constante de todos los sectores. Debe construirse un argumento económico, establecer alianzas, tener un esfuerzo de unidad nacional y formación. Las personas con discapacidad tienen que participar y ser parte del desarrollo inclusivo, tener programas de capacitación permanentes, facilitar y apoyar el fomento de la capacidad.
Por su parte el gobierno debe incluir a las personas con discapacidad en las políticas pùblicas, fortalecer las organizaciones de personas con discapacidad y sus familiares o aquellas que busquen su desarrollo inclusivo, invitar a las personas con discapacidad que son líderes a participar en mesas de concertación, hacer alianzas estratégicas con grupos de mujeres, indígenas, medios de comunicación, organizaciones sociales, grupos de personas con discapacidad, dar un seguimiento y monitoreo y evaluar el desempeño de este trabajo.
Enviada especial
Es hora de que entendamos a la discapacidad no como un obstáculo para el desarrollo. Debemos pensar en un modelo de desarrollo inclusivo, es decir pasar del modelo medico al modelo social.
Cuando existen barreras en el medio ambiente y medio social, se manifiestan: la discriminación, el aislamiento social, las barreras estructurales o de aptitud. Esto implica que en “el desarrollo” existen deudas con la democracia: la pobreza, la convivencia y diversidad y el medio ambiente. Dentro de estas deudas también está la deuda con la discapacidad.
Existen varias teorías sobre esta última deuda: el acceso a los ingresos y riquezas, el acceso a la libertad y bienes primarios y el utilitarismo que es la felicidad o placer individual. Las desventajas son claras, ambas dependerán del nivel de capacitación individual y oportunidades que brinden las políticas públicas para tener acceso a los ingresos y riquezas, del nivel de vida, valores humanos y organización social. Recordemos las capacidades reales de nuestra población y el considerar que en estos modelos de desarrollo, no se incluyen a las personas con discapacidad –al menos no como seres productivos-. Por eso, se desprende el clamor de que deben mejorarse sustancialmente las condiciones sociales y materiales de los pueblos en el marco de los valores culturales, con el debido respeto a la Convención de derechos de las Personas con Discapacidad, donde se reconocen sus derechos económicos, sociales, culturales y políticos para su desarrollo.
Para que exista un modelo de desarrollo inclusivo, este debe tener en cuenta los aspectos referidos en la Convención: una igualdad social, una distribución equitativa y ser sustentable, no agresivo y con naturaleza integral.
El desarrollo inclusivo debe estar en la política pública y por ende en la agenda de gobierno. Las personas con discapacidad son productivas si se les capacita, esto implica que si se invierte en su educación e integración, luego se obtiene un recurso humano productivo y no un carga para el gobierno o sus familias.
Si se continua viendo a las personas con discapacidad con “ojos de lástima” y no se les permite “aprender a pescar”, seguirán en un mundo de subdesarrollo que implica desnutrición, pobreza y muerte.
En el mundo se estima según datos proporcionados por organizaciones suecas, un estimado de 650 millones de personas con discapacidad, de este número el 80% pertenece a América y la mayoría vive en extrema pobreza. Y según datos de la UNESCO de ellos 100 millones viven con discapacidad debido a la desnutrición.
Del total de personas con discapacidad que vive en América el 80%-90% están desempleadas. Ignorar esta situación es un obstáculo para el desarrollo.
De los 115 millones de menores que no van a la escuela primaria en países en desarrollo, 40 millones tienen discapacidad. Por todo lo anterior, debo señalar que existe una responsabilidad social y de gobiernos de incorporar a las personas con discapacidad en sus agendas para el desarrollo.
Con el desarrollo inclusivo, se consideran todos los sectores: potencia la capacidad de las personas, se diseñan políticas públicas que busquen el desarrollo de todas las personas, se valora la contribución de cada persona en el proceso de desarrollo, no es discriminatorio, si es igualitario y combate la pobreza. El desarrollo inclusivo reconoce la diversidad y promueve políticas publicas inclusivas, evita la exclusión social.
Muchos se preguntaran: ¿Cómo pueden las personas con discapacidad lograr esto?. Simple, hay que pasar de la caridad a los hechos, tener verdaderamente ejes transversales sobre el tema de los derechos de las personas con discapacidad en todas las áreas, formular un análisis consultivo sobre el desarrollo inclusivo, implementar asesorías, sensibilizar y apoyar la ejecución de proyectos, con una participación paciente, comprometida y constante de todos los sectores. Debe construirse un argumento económico, establecer alianzas, tener un esfuerzo de unidad nacional y formación. Las personas con discapacidad tienen que participar y ser parte del desarrollo inclusivo, tener programas de capacitación permanentes, facilitar y apoyar el fomento de la capacidad.
Por su parte el gobierno debe incluir a las personas con discapacidad en las políticas pùblicas, fortalecer las organizaciones de personas con discapacidad y sus familiares o aquellas que busquen su desarrollo inclusivo, invitar a las personas con discapacidad que son líderes a participar en mesas de concertación, hacer alianzas estratégicas con grupos de mujeres, indígenas, medios de comunicación, organizaciones sociales, grupos de personas con discapacidad, dar un seguimiento y monitoreo y evaluar el desempeño de este trabajo.
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